A Félix siempre le tocaba escuchar los reproches de sus padres, quienes aprovechaban cualquier ocasión para echarle en cara las horas que dedicaba sentado delante del ordenador a “chatear” con propios más… extraños que propios, sin pestañear - ¿qué es lo que les cuentas? - ¿qué te dicen?.- mucho comunicarse así pero en las relaciones de tú a tú y en presencia física, cero coma cero. – Que nuestra juventud fue bien distinta a la suya, que existía ese “misterio” mitad romántico mitad empalagoso con lo que envolvíamos todo. A Félix no le agradaba esa incomprensiva actitud de la que era víctima con demasiada frecuencia. Esgrimía argumentos tan convincentes del tipo: - ninguna época es igual a otra, y que a él le estaba tocando vivir la virtual.
Pero su madre como todas las madres, temía que por su ingenuidad fuera víctima de algún engaño a través de ese mundo tan “extraño” como ella decía en el que estaba tan inmerso. Félix era muy enamoradizo y muy pronto tuvo que darle la razón a sus padres al dejarse llevar demasiado pronto por sus impulsos hacia una persona sin apenas saber nada de ella. En una de sus incursiones por el espacio cibernético, Félix comenzó una relación vía e-mail con una muchacha extranjera. Desde el primer momento que vió su foto sonriéndole en la pantalla, quedó prendado y sugestionado. Su afán diario se ceñía a intercambiar impresiones con Nailah, sus largas parrafadas chateando duraban un promedio de hora y media. Tenía su fotografía a tamaño poster en su habitación y cuando comprobó que le alcanzarían sus ahorros, se dispuso a volar para conocerla al otro lado del charco donde se suponía que ella le esperaba con los brazo abiertos y con los mismos propósitos que él.
Pero la vida nos da sorpresas que no esperamos y para Félix supuso un duro golpe, recorrer casi diez mil kilómetros para ver como su “novia” y casi prometida, estaba casada y con dos hijos. Que había sido un simple entretenimiento y un juguete para ella, una mujer celosa de su marido y con deseos de “vengarse” en secreto y de manera fácil de él. Le había facilitado muchos datos a Félix, escéptica de que se le fuera a ocurrir ir a su encuentro a pesar de la distancia. A él no le importó, no supuso un obstáculo porque se había enamorado de verdad pero el golpe fue demasiado duro para superarlo con prontitud. Félix ya de vuelta a su casa quedó sumido en una especie de “letargo” espiritual, no conseguía quitársela de la cabeza, su corazón seguía latiendo por ella pero guardaba rencor dentro de sí. Era incapaz de rehacer su vida como cualquier chico de su edad, saliendo y divirtiéndose; desconfiaba de los demás y sobre todo de las mujeres, por eso era objeto de comentarios sarcásticos hacia su persona porque nadie podía creer que se hundiera, que llegara a un estado depresivo tan profundo por alguien que no lo merecía.
- Pero tío ¿qué haces metido en casa comiéndote el “tarro? Sal y diviértete por ahí, lo que sobran son chicas que puedan llegar a gustarte, ¡a quién se le ocurre encapricharse de ese modo por alguien que te la juega tan vilmente!- le decían sus amigos
- Hijo por favor, tienes que reponerte, ya te lo decíamos todos, esa chica no te convenía, no la conocías de nada, ¿qué importa que te gustara su foto y su modo de expresarse por ese método moderno que tenéis ahora de comunicaros? ¡oh Dios mío no lo entiendo! Si te dejas llevar por la nostalgia y la decepción cada día te va a costar más, salir al mundo y vivir tu vida, Félix, por favor, recapacita, tus padres queremos lo mejor para ti. – le repetía su madre.
Félix continuó en esa línea durante mucho tiempo, sumido en la tristeza y el aislamiento.
Pero la vida tiene su modo de recompensarnos casi siempre, detrás de alegría hay una pena y detrás de un sufrimiento o un bache existe una luz que nos lleva a otra dimensión, a veces a la satisfacción otras a la recompensa por nuestro esfuerzo o por nuestra búsqueda. Félix siempre había buscado algo, ni él mismo sabía que era, pero perseguía incesantemente lo que no tenía, lo que le faltaba. Y aún después de los golpes recibidos sabía que encontraría piezas del puzzle que deseaba completar.
Siguió con su vida, como le decían los amigos: “Tienes que pasar página”, “olvidar a esa mujer”, hay tantas cosas en la vida que pueden ocupar nuestra mente sin más… sin complicarnos, sin obsesionarnos por algo que no está a nuestro alcance. Félix se repetía esto una y otra vez como si quisiera grabarlo a fuego, pero aún después de la experiencia vivida con Nailah, volvió a sucumbir en la tentación de correr a su encuentro cuando ella le escribió diciéndole que sentía lo ocurrido y no podía olvidarle.
Félix se dejó llevar y albergando la esperanza de verla de nuevo, le siguió el juego de escribirle vía e-mail y contarle sus cosas a Nailah . Una vez más, haciendo caso omiso a todos los consejos Félix se sintió ilusionado con una mujer que no le correspondía y que a tenor de su actitud lo único que deseaba era pasar el rato.
De repente dejó de comunicarse con él, no respondía a sus correos, Félix pensó en coger de nuevo un avión e ir a su encuentro, su familia y amigos se lo desaconsejaron y contra todo pronóstico escuchó las recomendaciones que le daban. Pero cayó en una depresión, no quería salir ni ver a nadie, sus ilusiones se vieron truncadas y nada le motivaba. Decidió acudir a la consulta de un psicólogo. Pasaron cinco meses y un buen día, sin más determinó por él mismo que no podía seguir así, que debía cambiar su propia forma de ver la vida, de afrontar las cosas, que todo aquello era absurdo y que no conducía a nada.
Dejó de asistir a las sesiones clínicas, no siguió con el tratamiento y se dijo a sí mismo que era muy capaz de romper con su pasado y empezar una nueva vida, que la solución estaba en su mano y en la de nadie más.
Llevaba meses sin chatear y sin tocar el ordenador y de pronto se le ocurrió otra idea diferente. Un modo de usar el ordenador a otros niveles. No para buscar pareja sino para buscar otras cosas de interés.
Y lo inesperado y sorprendente llegó de la mano de ese mundo global etéreo y sugerente que tanto puede atraer pero también engañar y con el que Félix se sentía tan a gusto a pesar de las decepciones. Era una mañana del mes de junio de amaneceres brillantes y días interminables. Nuestro “héroe virtual” guardaba celosamente en su pequeño gran universo de juventud donde todo parece estar muy claro y a la vez muy confuso, el sueño de darle a su padre la gran alegría de encontrar al hermano que hacía treinta años que no veía. Un hermano que por circunstancias familiares el destino le arrebató y ahora recuperaba gracias a la búsqueda incansable de Félix.
Su tío apareció “en la red”, como caído del cielo, se encontraba residiendo en León cuando Félix dio milagrosamente con su paradero de modo casual por Internet. Le hizo saber que era muy feliz en León, una tierra que para desconocimiento de Félix y de sus padres era la tierra que vió nacer a algunos antepasados de la familia paterna de Félix y de la que según le dijo vía e-mail era fantástica, el típico lugar del que no te puedes desprender fácilmente, que una vez que lo conoces no te quieres marchar o que cuando lo haces, estás deseando volver. Le dijo que tenía infinidad de cosas que contarle de León y de las raíces familiares y que le invitaba a visitarle cuando quisiera. Félix anhelaba darle la noticia a sus padres, porque al fin su mundo virtual le estaba dando muy buenos frutos.
El encuentro tan emotivo como impactante vino a demostrar que todos merecemos un voto de confianza y que todas las épocas tienen su encanto y su importancia. Félix además de divertirse con algo que está de moda y que le gustaba, halló la manera de sacarle partido a un sistema que marcó un “antes y un después” en nuestras vidas. Porque encontrar a un hermano del que desconoces el paradero, no ocurre todos los días.
1 comentario:
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