"El juramento de Hipócrates” y “La oración de Maimónides” simbolizan una carrera, una labor y también un modo de ver la vida.
El paciente considera a su médico como a su “ancla de salvación”, en muchos casos lo estima como a un ser superior que determina los pasos que debe dar a partir del momento en que se ponga en sus manos. Pero la otra cara de la moneda también es la incertidumbre, la distancia y la falta de fluidez. Las frases lacónicas y de difícil comprensión entremezcladas con un lenguaje escrito todavía más conciso e ilegible convierten la relación médico-paciente en algo casi robótico ¿a qué se puede atribuir todo esto? ¿a la prisa que había en el siglo XX y a la que existe ahora que estamos prácticamente en los albores del siglo XXI y que se acrecienta a pasos agigantados? ¿a las diferencias de edad, cultura y personalidad que a veces se producen entre unos y otros? ¿a otros motivos diferentes según el caso?
Lo cierto es que salvo excepciones, la medicina ha aportado y está aportando grandes inventos y grandes avances para nuestro presente y para generaciones venideras. Científicos de todo el mundo luchan a brazo partido para lograrlo y los profesionales sanitarios a lo largo y ancho del planeta trabajan con denuedo afrontando estoicamente la ardua responsabilidad de tomar decisiones y saber que tienen en sus manos la salud y a veces la vida de los ciudadanos.
Se comentan también negligencias porque nadie es perfecto y la perfección no existe en el ser humano de lo contrario nos seríamos humanos. Este mundo es de por si, controvertido pero partiendo de la base de que no existen verdades absolutas y de que estamos aquí solo de paso, sí deberíamos concienciarnos de que el riesgo existe y confiar en el otro, a quien tienes delante, al menos concederle un margen de confianza, no poner una coraza, no andar con la simbólica “escopeta cargada” antes de intercambiar un simple saludo. El carrusel de la vida es imparable, todo es demasiado efímero y nos empuja hacia un abismo invisible, de modo que sin saber como es nuestro interlocutor a nivel humano, preparamos un catálogo de frases hechas con el fin de establecer un muro entre los dos, para protegerse ¿de qué? Todo sería más fácil si a este tema se le diera otro cariz.
Lo cierto es que salvo excepciones, la medicina ha aportado y está aportando grandes inventos y grandes avances para nuestro presente y para generaciones venideras. Científicos de todo el mundo luchan a brazo partido para lograrlo y los profesionales sanitarios a lo largo y ancho del planeta trabajan con denuedo afrontando estoicamente la ardua responsabilidad de tomar decisiones y saber que tienen en sus manos la salud y a veces la vida de los ciudadanos.
Se comentan también negligencias porque nadie es perfecto y la perfección no existe en el ser humano de lo contrario nos seríamos humanos. Este mundo es de por si, controvertido pero partiendo de la base de que no existen verdades absolutas y de que estamos aquí solo de paso, sí deberíamos concienciarnos de que el riesgo existe y confiar en el otro, a quien tienes delante, al menos concederle un margen de confianza, no poner una coraza, no andar con la simbólica “escopeta cargada” antes de intercambiar un simple saludo. El carrusel de la vida es imparable, todo es demasiado efímero y nos empuja hacia un abismo invisible, de modo que sin saber como es nuestro interlocutor a nivel humano, preparamos un catálogo de frases hechas con el fin de establecer un muro entre los dos, para protegerse ¿de qué? Todo sería más fácil si a este tema se le diera otro cariz.
Ir con la verdad por delante, sin rodos pero con respeto por parte de ambas partes, no dar nada por hecho, mantener un trato de empatía, cordialidad y fluidez.
Salvar distancias, sin olvidarse del lugar que ocupa cada uno y como debe comportarse ante esa situación, ¿por qué? Porque también es cierto que el médico trata al paciente como a un ente físico, un cuerpo cuyas dolencias hay que tratar profesionalmente y punto, no se para a pensar por un instante que ese cuerpo tiene una parte espiritual, emocional y particular según la persona Hay un corazón latiendo detrás de cada aspecto del ser físico, y no solamente con el consabido “sístole y diástole”, el bombeo del corazón va más allá de la función cardíaca; en el corazón se dice que radica el amor, los sentimientos y las emociones. El médico debería tener en cuenta cada detalle de la conversación, ya que suele ocurrir que se centran en el bosque y se olvidan del árbol.
El paciente por su parte no estaría de más que nivelara la balanza hasta conseguir un equilibrio ya que en tiempos se tildaba al médico poco menos que de dios mitológico por los poderes y el rango que se le atribuían y se ha pasado en la actualidad a entrar a saco en las consultas comportándose como si estuvieran haciendo la compra en un
mercadillo. “Deme tal receta” “necesito un volante urgente para…” “vengo a por un certificado que necesito ya, para…” y largo etc.
Las relaciones se han extrapolado en los últimos tiempos con respecto a las de otra época.
Las relaciones generacionales, el trato de profesor-alumno y también la de médico-paciente, se ha pasado de un extremo a otro de un modo tan exagerado que no se encuentra el equilibrio ni buscándolo con lupa. Los papeles están invertidos en contrapunto con el pasado y si bien es cierto que ayer las cosas no estaban en su justa medida, hoy tampoco lo están en su mayoría; la excepción por supuesto confirma la regla.
El doctro Hunter “Match Adams” en el cine, personaje interpretado por el actor Robin Williams, dijo y no sin razón que “la misión del médico es aumentar la salud y nuestra calidad de vida, no sólo retrasar la muerte y para ello, imprescindible que se involucre en todo lo que le puede afectar al paciente, que le conozca y que se comunique con él”.
En cuanto al paciente debería pensar: “Mi médico no es mi padre, mi consejero ni mi amigo pero tampoco mi adversario, es una persona con unos conocimiento que pueden llegar a curarme si soy capaz de saber canalizar lo que yo le diga y lo que él me exponga, tengo unos derechos como paciente pero también unas obligaciones con respecto al médico y a la institución”.
Y como broche de oro, antes y después de empezar y terminar con una palabra clave para ambos: EMPATÍA. Como primera receta
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