jueves, 18 de febrero de 2010

CARBÓN Y SEDA (Relato de la obra: RELATOS TRASLÚCIDOS


La transformación carnaleónica que pueda experimentar una persona a lo largo de los años llega a ser impresionante. Alguien que habías conocido con una personalidad normal y corriente se convierte en su ser carismático y fascinante que impacta con su sola presencia sin que se manifieste con gestos y palabras. ¿Cómo se produce el cambio? Se lo pregunta a Marga una amiga estudiante de psicología que no pudo terminar la carrera por motivos familiares pero que sabía muchísimo de caracteres, doble personalidad, psiquis y todo eso. No supo darme una respuesta coherente o al menos a mí no me convenció. Damián fue mi compañero sentimental durante un año. Un año en el que me di cuenta que ciertas diferencias en la pareja pueden jugar un papel tan importante como hablar idiomas distintos, poseer culturas opuestas o la disparidad generacional de la edad. Me decía que el amor es más fuerte que nada pero yo no pude soportar que un día me presentara a dos de sus amigos a los que él consideraba como hermanos y me trataran con excesiva confianza dando por hecho que siendo la pareja de su amigo les daba derecho a tomarse libertades que nadie les había concedido ni por asomo. Se mostraron casi groseros conmigo. Acabé propinándole un empujón a uno de ellos y salí corriendo con los ojos empapados de lágrimas. Lágrimas de impotencia y de rabia.
Damián los defendió a capa y espada alegando simplemente que era su forma de ser; rústica pero noble, sin dobleces, sin trastienda; mi orgullo pudo más que mi amor por él porque ese mismo día nos dijimos “adiós” en el segundo escalón del portal de mi casa.
Mi profesión me mantuvo durante un tiempo entretenida. Los diseños que con tanto entusiasmo brotaban de mi imaginación y se materializaban a través de mis manos, obraban al menos superficialmente el milagro de despejar de recuerdos dolorosos, imágenes contrapuestas y las delicias de un amor escabroso y determinante que marcó una etapa de mi vida sin que dejara precisamente una huella indeleble y como contrapunto una herida incapaz de cicatrizar. Me dediqué en cuerpo y alma al mundo de la moda. Mi guardarropa se incrementó considerablemente teniendo como principal protagonista la seda. Era como si quisiera contrarrestar los efectos negativos del fracaso sentimental con la satisfacción de verme cada día más favorecida con mi propia creatividad marcando el camino.
Pero la soledad me acompañaba... valga la redundancia. El chico que había trabajado en una mina y que llenaba un escrito de faltas de ortografia no se había borrado de mi cerebro. Y cuando intentaba desmentir mi propio concepto de la situación se corroboraba plenamente la realidad más clara y diáfana. Por eso cuando me llamó un viernes a las diez de la noche después de dos años me quedé tan sorprendida como confusa. No supe que contestar y opté por colgar el teléfono en medio de una frase suya, ni siquiera me despedí. La conclusión final era que me estaba engañando a mí misma. Mi deseo de hablar con él y aclarar lo sucedido me llevaba justamente al efecto contrario: “esconder la cabeza bajo el ala”.
Después de una larga reflexión me dije que no merecía la pena darle más vueltas. No debía tropezar dos veces en la misma piedra. Damián y yo no estábamos hechos el uno para el otro.
Borrón y cuenta nueva.
Pasó un año y monté una tienda de alta costura, donde por supuesto, los lánguidos, envolventes y deslizantes conjuntos de seda brillaban con luz propia amparados bajo la firma de mi propio nombre como sello oficial.
Marga y yo hicimos un viaje juntas a Nueva York. La gran Manzana y sus fastuosos rascacielos me recordaron inexplicablemente a Damián.
- Nuria, eso si que no tiene sentido. Esta ciudad no tiene nada que ver con Damián. Sería lógico que te lo recordara si hubieras estado aquí con él. Lo que no entiendo es porque lecolgaste el teléfono sin más. En el fondo te gustaría volver con él.
- Es posible. No lo sé. La mente humana es un cúmulo de contradicciones. Nos empeñamos en buscar respuestas donde no las hay, nos cerramos en banda cuando tenemos la explicación fácil y al alcance de la mano.
Me matriculé en un curso de Yoga. La meditación transcendental y el encuentro con mi propio “yo”, me sumieron en una especie de bálsamo. Me empecé a sentir con más ánimos, diminuyendo así las ambigüedades en mi interior.
Acudí a una reunión de gente de negocios porque yo misma era una de las principales promotoras. El marketing, la publicidad y los acuerdos comerciales se daban cita en un hotel de cinco estrellas que tendría como broche de oro una cena amistosa. Cuando levanté mi copa para brindar con otros dos empresarios alguien a mi espalda pronunció un: “chin-chin” tan sonoro que nos hizo volver la cabeza tanto a mí como a los otros dos.
Era Damián con un indefinible aspecto. Era él pero nadie que no le conociera muy bien sería incapaz de reconocerlo. Su elegancia superaba con mucho la de cualquier presente. Era como un representante de la moda y el diseño, desfilando por una pasarela consciente del efecto que causaba por doquier. Cuando hice un aparte para hablar con él, nuestras miradas lo decían todo. Marga tenía razón al decir que Damián estaba presente en mi vida a pesar de mi lucha por desvanecer su imagen. Ahora me arrepentía de no haberle escuchado cuando me llamó por teléfono. Ahora delante de él, en persona, me sentía incómoda. No tenía palabras. Me limité a interrogarle con la mirada.
- Ya no soy el de antes pero soy el mismo. Estoy aquí y ahora. El mañana está por ver.
- Eso es un juego de palabras, Damián.
- Sí. Porque la vida es un juego. Tú jugaste a olvidarme y yo jugué a demostrarte que te habías equivocado. Es un reto. La vida es un reto.
- Y ahora ¿qué? —dije sin más.
- Ahora el destino será el que juegue,como siempre dirá su última palabra, ¿no te parece justo?
Hablamos largo y tendido, lo aclaramos todo. El pasado se convirtió en el tema principal de la conversación y yo por fin me sentí a gusto. Damián me estaba demostrando que cualquiera puede cambiar, que el afán de superación puede llegar a alcanzar importantes logros y que no se debe romper sin aclarar antes las cosas.

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