viernes, 1 de abril de 2011

UN PUENTE BAJO EL ARCO IRIS (Micro-relato)


Hacía un calor insoportable y tenía a sus espaldas más de quinientos kilómetros recorridos, el bochorno y la sensación de incomodidad provocada por la transpiración y la temperatura se tornaba cada minuto más insufrible. Alfredo Ríos, daría la mitad de su reino por tener la oportunidad de hacer noche en algún hostal de carretera y reponer fuerzas pero no era posible. Debía llegar a su destino en el día previsto y a la hora señalada. Su jefe no entendía más razones que cumplir sus objetivos. Pero ya no podía más. Se estaba haciendo cada vez más urgente un alto en el camino. Tenía somnolencia, pequeños mareos y empezó a pensar que estaba poniendo su vida o la de otros en peligro. En el mismo lado de la carretera centelleaban las luces de un hostal-restaurante. Comenzó a reducir y señaló para detener el camión en el aparcamiento. Sintió un alivio indescriptible nada más entrar. Se acercó a la barra casi tambaleante. Pidió una consumición mientras decidía que hacer en las próximas horas a tenor del cansancio y el sueño que le invadían. De pronto alguien se percató de su presencia y fue a saludarle. - ¡Alfredo! - ¡Belén! Se abrazaron sin más, ¿quién le iba a decir que se reencontraría con su primera novia en un hostal de carretera a las nueve de la noche? Hablaron largo y tendido. Sus vidas iban en paralelo. Alfredo dio por bien empleado el haberse sentido tan abatido y verse obligado a parar en aquel lugar. - ¿Pedimos un HendrikÄ’s? Era nuestra bebida favorita, ¿recuerdas? Es una bebida exquisita, te despeja la mente y te ayuda a pensar. - Sí lo recuerdo, - los dos se echaron a reír. Cenaron juntos, se contaron todo lo que les había ocurrido desde la última vez que se vieron y se separaron por un mal entendido. - ¿Qué te parece si pruebas a trabajar en la empresa de mi hermano? Anda buscando gente y es mucho menos estresante que donde estás ahora. Siguieron hablando, por los gestos y las miradas, los dos se dieron cuenta que estaban de acuerdo en pasar la noche juntos y continuar. De pronto sonó el teléfono: Era su jefe - ¿Dónde está, Alfredo? - Voy a pasar la noche en carretera. – No le va a dar tiempo a llegar mañana a la nave para cargar de nuevo. - Es que no voy a volver a la nave -¿Cómo? Si no lo hace, le despediré, Alfredo ¡Me importa un pepino! Hacía un calor insoportable y tenía a sus espaldas más de quinientos kilómetros recorridos, el bochorno y la sensación de incomodidad provocada por la transpiración y la temperatura se tornaba cada minuto más insufrible. Alfredo Ríos, daría la mitad de su reino por tener la oportunidad de hacer noche en algún hostal de carretera y reponer fuerzas pero no era posible. Debía llegar a su destino en el día previsto y a la hora señalada. Su jefe no entendía más razones que cumplir sus objetivos. Pero ya no podía más. Se estaba haciendo cada vez más urgente un alto en el camino. Tenía somnolencia, pequeños mareos y empezó a pensar que estaba poniendo su vida o la de otros en peligro. En el mismo lado de la carretera centelleaban las luces de un hostal-restaurante. Comenzó a reducir y señaló para detener el camión en el aparcamiento. Sintió un alivio indescriptible nada más entrar. Se acercó a la barra casi tambaleante. Pidió una consumición mientras decidía que hacer en las próximas horas a tenor del cansancio y el sueño que le invadían. De pronto alguien se percató de su presencia y fue a saludarle. - ¡Alfredo! - ¡Belén! Se abrazaron sin más, ¿quién le iba a decir que se reencontraría con su primera novia en un hostal de carretera a las nueve de la noche? Hablaron largo y tendido. Sus vidas iban en paralelo. Alfredo dio por bien empleado el haberse sentido tan abatido y verse obligado a parar en aquel lugar. - ¿Pedimos un HendrikÄ’s? Era nuestra bebida favorita, ¿recuerdas? Es una bebida exquisita, te despeja la mente y te ayuda a pensar. - Sí lo recuerdo, - los dos se echaron a reír. Cenaron juntos, se contaron todo lo que les había ocurrido desde la última vez que se vieron y se separaron por un mal entendido. - ¿Qué te parece si pruebas a trabajar en la empresa de mi hermano? Anda buscando gente y es mucho menos estresante que donde estás ahora. Siguieron hablando, por los gestos y las miradas, los dos se dieron cuenta que estaban de acuerdo en pasar la noche juntos y continuar. De pronto sonó el teléfono: Era su jefe - ¿Dónde está, Alfredo? - Voy a pasar la noche en carretera. – No le va a dar tiempo a llegar mañana a la nave para cargar de nuevo. - Es que no voy a volver a la nave -¿Cómo? Si no lo hace, le despediré, Alfredo ¡Me importa un pepino! Hacía un calor insoportable y tenía a sus espaldas más de quinientos kilómetros recorridos, el bochorno y la sensación de incomodidad provocada por la transpiración y la temperatura se tornaba cada minuto más insufrible. Alfredo Ríos, daría la mitad de su reino por tener la oportunidad de hacer noche en algún hostal de carretera y reponer fuerzas pero no era posible. Debía llegar a su destino en el día previsto y a la hora señalada. Su jefe no entendía más razones que cumplir sus objetivos. Pero ya no podía más. Se estaba haciendo cada vez más urgente un alto en el camino. Tenía somnolencia, pequeños mareos y empezó a pensar que estaba poniendo su vida o la de otros en peligro. En el mismo lado de la carretera centelleaban las luces de un hostal-restaurante. Comenzó a reducir y señaló para detener el camión en el aparcamiento. Sintió un alivio indescriptible nada más entrar. Se acercó a la barra casi tambaleante. Pidió una consumición mientras decidía que hacer en las próximas horas a tenor del cansancio y el sueño que le invadían. De pronto alguien se percató de su presencia y fue a saludarle. - ¡Alfredo! - ¡Belén! Se abrazaron sin más, ¿quién le iba a decir que se reencontraría con su primera novia en un hostal de carretera a las nueve de la noche? Hablaron largo y tendido. Sus vidas iban en paralelo. Alfredo dio por bien empleado el haberse sentido tan abatido y verse obligado a parar en aquel lugar. - ¿Pedimos un HendrikÄ’s? Era nuestra bebida favorita, ¿recuerdas? Es una bebida exquisita, te despeja la mente y te ayuda a pensar. - Sí lo recuerdo, - los dos se echaron a reír. Cenaron juntos, se contaron todo lo que les había ocurrido desde la última vez que se vieron y se separaron por un mal entendido. - ¿Qué te parece si pruebas a trabajar en la empresa de mi hermano? Anda buscando gente y es mucho menos estresante que donde estás ahora. Siguieron hablando, por los gestos y las miradas, los dos se dieron cuenta que estaban de acuerdo en pasar la noche juntos y continuar. De pronto sonó el teléfono: Era su jefe - ¿Dónde está, Alfredo? - Voy a pasar la noche en carretera. – No le va a dar tiempo a llegar mañana a la nave para cargar de nuevo. - Es que no voy a volver a la nave -¿Cómo? Si no lo hace, le despediré, Alfredo ¡Me importa un pepino! UN PUENTE BAJO EL ARCO IRIS Me sentía muy orgullosa de haber inculcado a mis hijos, la tolerancia, la paciencia y sobre todo, la solidaridad y el amor al prójimo. El resultado fue positivo y además superó mis expectativas. Me consideraba una persona afortunada a pesar de las penalidades que me había tocado sufrir. Al cabo de los años y ahora que estaba jubilada continuaba sintiendo la necesidad de luchar por otros objetivos, de ir más allá y todo giraba en torno a lo mismo. Ellos me secundaban e iban a continuar mi labor. Mis cinco hijos eran iguales y diferentes. Cuatro había salido de mi vientre y el quinto de mi corazón. Les quería a todos con idéntica pasión de madre. Me quedé extasiada contemplando las fotografías que decoraban el mueble del salón. Me casé muy joven con mi novio de toda la vida, enviudé a los cinco años y con dos hijos por criar. Luego comencé a ejercer mi carrera de medicina y me fui durante un año por el mundo para aportar mi granito de arena y ayudar en lo que pudiera. Regresé de África con Joao mi segundo marido con el que aprendí todavía más cosas de la vida. Tuvimos dos hijos maravillosos luego adoptamos a Xiaomei una preciosa niña oriental que no tenía familia. Nosotros pasamos a convertirnos en la suya. Ella es quien ha proclamado a los cuatro vientos, la unión entre los pueblos, entre sus gentes. Ella ha sentido tanto nuestro cariño en su ser, en su alma que ha procurado inmortalizar de algún modo la importancia del amor en el mundo sin que importe, raza, color, condición social, religión o ideas. Sin fronteras. Me arreglé para asistir a un acto público al que estaba previsto asistirían cientos de personas. Xiaomei iba a dar una conferencia sobre ese tema. Llevaba por título: UN PUENTE BAJO EL ARCO IRIS. Las lágrimas rodaron por mis mejillas.

2 comentarios:

thania dijo...

Hola

Me llamo Thania y tengo que decir que me ha encantado su blog.Dejeme felicitarle, se nota que le gusta y apasiona la redacción se ve reflejado en la calidad de sus posts.

Por otro lado,me gustaría incluirlo en mi pagina web donde desearía mucho contar con su sitio.A cambio,agradecería mucho un pequeño link,o tambien un breve artículo hacia mi web la cual estoy intentando levantar poquito a poco y como usted sabrá es difícil pero se le coge mucho cariño a cada proyecto.¿Qué le parecería?.

Un beso! y Suerte con su Blog!
Thania Borja

Ana Julia dijo...

Hola Thania.
Muchas gracias por su comentario, me siento muy halagada y por supuesto que haré ese comentario, ese link donde me diga. Disculpe que no le haya respondido antes, llevaba días sin revisar los comentarios. Ya me dará su dirección de su web.
Un beso y mucha suerte

 
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