miércoles, 27 de abril de 2011

PEQUEÑA GRAN RELIQUIA (relato ganador del XIV Premio ÁLVARO PARADELA 2009, Concuros de la SAF de Ferrol)


Su carácter huidizo y hostil le habían convertido durante su larga vida en una persona cuya compañía no era precisamente requerida. Su familia, compañeros y vecinos, ya que la palabra “amigos” no figuraba ni en su vocabulario ni en su entorno conocido, procuraban sobrellevar sus arrebatos de mal humor de la mejor manera posible pero a la hora de pedir un consejo, organizar una fiesta o gastar alguna broma no le incluían en la lista porque sabían de antemano que no aceptaba nada relacionado con la comunicación social. Como excepción sus más allegados, le recordaban con un cariño “familiar”, aquel que por tradición, apego o costumbre, se profesan las personas que durante años han compartido el camino más o menos extenso o grato que nos toca vivir a los mortales.
Pero todos guardamos algo en nuestro interior, algo que a veces no se deja ver pero que existe y late como un segundo corazón en lo más profundo de nuestro ser. Solo unos pocos son capaces de transcribir ese latido, de ir más allá de lo que se transparenta y leer entre líneas. Arturo se fue de este mundo sin mostrar sus sentimientos ni siquiera hacia los más cercanos. Ni su mujer ni sus hijos recibieron nunca una palabra de cariño por su parte. Se daba por hecho, entre reprimendas, descontento y prolongados silencios que en medio de todo aquello, podía vislumbrarse algún resquicio de amor.
Pero su primera biznieta, una niña de doce años que no llegó a conocerle, descubrió lo que nadie antes había hecho. Una carta escrita por Arturo veinte años atrás. Una carta escrita desde lo más hondo de un corazón atormentado por recuerdos y malas experiencia. Una carta donde decía lo que los demás anhelaron siempre y nunca tuvieron por su parte. Entre otras muchas cosas importantes para ellos lo más hermoso: Que les había querido con toda su alma.

“Dicen que es más fácil expresarse por escrito que decir las cosas a través de la palabra hablada y es verdad. Yo soy un ejemplo de ello, algo dentro de mí, me impide decir lo que pienso y mucho menos lo que siento, ¿cómo he podido ser tan mal compañero para mi querida esposa y un padre tan distante para mis hijos? ¿qué derecho tengo para comportarme así, viendo diariamente en ellos esa ansia de saberse queridos y ese deseo de que se lo digan? Es como si el don que tenemos los seres humanos de expresarnos, de acariciar, de transmitir, lo tuviera enmudecido, mutilado. La sombra de mi pasado me ha perseguido toda la vida, no he conseguido quitármela de encima, ha sido más fuerte que yo. Mis manías, mis prejuicios… ¿para qué? Para llegar al ocaso de mi vida y darme cuenta de que lo he tenido todo a partir de una época y no lo he aprovechado ni disfrutado y todo por haberme columpiado entre el pasado y el futuro, sobre todo en el pasado, olvidándome del presente.
Mi querida Rosa, estas líneas son para ti, solo para ti. Te he querido desde el primer momento en que te ví, has sido la mejor compañera con la que un hombre puede soñar, tú no puedes decir lo mismo de mí, lo siento, lo siento muchísimo cariño, perdóname, algún día sabrás por esta carta lo mucho que te he querido, en silencio, sí, no es lógico pero te he querido y si lo hubieras necesitado habría dado mi vida por ti, no lo dudes.
Todas mis manías tienen un motivo que yo nunca supe o no quise contar, por ejemplo lo insoportable que me pongo cuando te vistes de negro; se debe a que cuando murió mi padre siendo yo un niño de cinco años, por aquel entonces el luto era riguroso y no se les ocurrió otra cosa que vestirnos a mí y a mi hermana de negro para secundar también el luto por mi padre, cuando en realidad debido a nuestra escasa edad no comprendíamos muy bien ni lo que estaba pasando solo que nos quedábamos huérfanos de padre, que nos dejaba para subir al cielo sin saber la razón. Y como eso tantas y

tantas cosas… que me han convertido en un hombre cuya compañía no es precisamente deseable.
Pero quiero ante todo, me recuerdes por los buenos momentos y sobre todo si yo me voy antes que tú de este mundo (cosa que preferiría) porque además de presentir que mi fin está próximo, tampoco me plantearía la vida sin ti, tengas presente que te he querido y te querré siempre… - Y estas líneas son para mis dos maravillosos hijos: Marta y Francisco. He sido un padre severo y distante, lo sé, os habréis sentido poco comprendidos a veces por mí, siempre buscando refugio en vuestra madre. Os quiero con toda mi alma y me siento muy orgulloso de vosotros, sois el reflejo de lo que yo hubiera querido ser a pesar de no haber encontrado un espejo y un ejemplo perfecto en mí. No me culpéis, por favor de mis errores, no he podido vencer al enemigo que todos llevamos dentro cuando los recuerdos y las sombras del pasado entorpecen el camino de la vida. Intentar llevarme en vuestro corazón porque el mío os pertenece aunque os parezca mentira. Y a mis preciosos nietos, mucha suerte por el sendero que os toque caminar y recordar que el amor es lo que nunca debéis dejar de lado, el amor hacia los demás y hacia vosotros mismos y sobre todo, no dejéis de expresarlo”
La sorpresa con la lectura de la carta póstuma, fue inmensa. Todos se miraron sin dar crédito a lo que estaban leyendo, la emoción se hizo notar. Entrelazaron sus manos como tratando de darse fuerza y de enviar toda su energía hacia alguien que ya no estaba entre ellos. Su viuda a pesar del tiempo y las huellas del mismo, sintió que Arturo seguía a su lado.

1 comentario:

Anónimo dijo...

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