martes, 11 de mayo de 2010

BUENOS DÍAS, DOCTOR (artículo)


-Buenos días, doctor, estoy tomando una infusión a base de plantas para el dolor de cabeza. Además de las pastillas que usted me dio hace tiempo, pero lo que ocurre es que no veo resultados por eso me estoy ayudando con las infusiones.

- Mire usted, tiene que tomar las pastillas que yo de le, lo “otro” es como si tomara “agua bendita” ¿de acuerdo?
-Buenos días, doctor, he visto en una revista donde explicaba un sistema natural y revolucionario para curar la artrosis. Tengo información en casa, ¿quiere que se la enseñe?
-De acuerdo, lo miraremos, pero no me voy a creer nada, tratándose de un sistema tan “natural”, no va a ser cierto.


-Buenos días doctor, me duelen las rodillas, duermo mal y a veces tengo acidez de estómago, ¿qué me dice?
- Nada hombre, ¿qué va ser? La edad, hombre, que ya tiene usted muchos años y esas cosas pasan.
-Pero es que las rodillas me duelen cuando subo las escaleras o las bajo, nada más
-Pues lo que tiene usted que hacer es andar por lo llano, hombre, así de simple se soluciona ese problema.

Y CON UN GIRO DE CIENTO OCHENTA GRADOS

-Mire usted es mi paciente y mi obligación es velar por su salud, ahora mismo está haciendo todo lo contrario de lo que le dije, le di una dieta para el colesterol y la tensión y no la está siguiendo ni toma la medicación que le receté. Así no se puede ver mejoría.
-Lo que pasa es que usted no es un médico de personas, es un veterinario, un médico de animales y yo no soy un animal, no mejoro porque usted sabe lo que se trae entre manos. Y ahora lo que quiero es una baja porque no me encuentro bien y así no puedo ir a trabajar.
-Mire todas las pruebas que se le han hecho, han salido bien, si hace lo que yo le digo le bajara el colesterol y la tensión, pero solo por eso, no puedo darle una baja, porque es mi responsabilidad, usted está bien en estos momentos.
-Usted no es un médico, es un fontanero y le voy a denunciar. Tendrá noticias mías y le aseguro que no van a ser buenas.

-Vengo de firmar un certificado de defunción. Ya tenía noventa y nueve años. Increíble… la familia llorando por el abuelo, pero ¿cómo pueden llorar a una persona de esa edad?
-Me decía la hija que le pidiera un antígeno prostático al padre porque no se lo habían hecho nunca y ya tiene setenta y cinco años. Y yo le dije “mire, aquí el médico soy yo y por tanto quien decide lo que hay que pedir y lo que no. Usted no me puede decir que le pida un psa a su padre porque yo no lo estimo oportuno. La próstata la tendrá hipertrófica como corresponde a su edad y nada más, cuando lo crea conveniente se lo pediré”.
-Me pidió un paciente de veintidós años para hacerse un chequeo completo y yo le pregunté que le ocurría, me dijo que nada, que simplemente era para saber como estaba su salud. Yo le contesté que no era necesario que a los veintidós años no se tiene nada, que la salud a esa edad está a prueba de bomba. Estaría bueno que ahora ir al médico fuera como ir al restaurante “menú a la carta”,
Ellos pidiendo una analítica y nosotros diciendo: “Ahí va, una completa como las hamburguesas”.

Entre el edadismo, el clasismo, la incredulidad y la falta de comunicación activa y positiva anda el juego. Si cada uno, tanto de un lado como de otro, aportara un granito de arena al encuentro médico-paciente, todo resultaría más fácil.
Lo que sí es una verdad como un templo, es que hay un colectivo de profesionales como la copa de un pino que contra viento y marea luchan en pos de beneficiar a todo aquel que requiere sus servicios y más allá de eso, se vuelcan por quien lo necesite esté donde esté, más allá del ámbito nacional. Como “Médicos sin Fronteras”, muchos profesionales que colaboran con las ONG, y otros que incluso sin tener obligación de hacerlo se preocupan de sus pacientes y los visitan en su domicilio cuando creen que deben hacerlo para comprobar su evolución, aunque no se lo hayan pedido en ese momento. Yo he conocido alguno así, abnegados, preocupados por la salud de sus semejantes, de sus pacientes, empleando los mejores métodos de curación y atención personal, escucha activa y comprensión.
Es una lanza a favor de profesional y como esta lanza habría que brindarles muchas más ya que en su labor existe un alto nivel de riesgo y quebrantos. Forzosamente se ven obligados a inmunizarse contra todo lo que puedan ver; en caso contrario no serían capaces de soportar infinidad de penalidades que les toca ver día a día. Sería insostenible que la sensibilidad que todos en mayor o menor medida llevamos dentro aflorara cada vez que tiene que atender una urgencia, un herido, un enfermo Terminal o comprobar una defunción y posteriormente firmarla en medio de preguntas, aflicción y llantos. Ellos no se pueden sumar a todo, tiene que permanecer impertérritos ante todo lo que vean y sobre todo no irse con los problemas para su casa y que afecten a su vida y a sus relaciones. Eso está claro que tiene que ser así.
Y el ciudadano de a pie, por su parte, debe darse cuenta de que también debe poner de su parte y tratar de comprender que no todos los días son iguales para nadie, que el tiempo apremia, que hablando se entiende la gente y que sobre todo: los seres humanos globalmente tenemos algo en común:
Apostamos por el trato humano y solidario. Porque somos HUMANOS.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Es difícil ver los dos lados. Pero es una realidad.

 
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