He leído un artículo muy interesante que me hizo pensar y que por eso mismo deseo hacerlo llegar a modo de comentario curioso a los demás. Es un artículo perteneciente a un libro antiguo, casi una reliquia pero estoy convencida de que lo bueno e importante no tiene edad ni está sujeto a cambio por tiempo, espacio ni moda.
La superactividad puede resultar recomendable mientras no raye en un estado de nervios o desasosiego pero si lo analizamos bien, veremos que una excesiva quietud o pasividad nos perjudica. La lucha es sinónimo de vida, porque el órgano que no trabaja, muere, se atrofia, el cerebro que no piensa se embota; las funciones de los órganos del cuerpo humano si no están regadas por la corriente sanguínea se paralizan.
El agua estancada que no corre pierde su pureza, la rueda de hierro que no está animada de movimiento con el simple contacto de la humedad atmosférica se oxida. Todo requiere actividad vida y movimiento, movimiento y vida; son sinónimos en este grandioso, monumental y complejo escenario de la naturaleza donde todo está previsto y calculado, aunque parezca mentira.
En la escala de los que habitan la Tierra, desde el más microscópico hasta el más evolucionado de los seres: el Hombre, todo tiene su porqué, su razón de ser.
El equilibrio con todos sus derivados adjuntos es el estado ideal al que se podría aspirar pero que no resulta fácil de conseguir.
El equilibrio puede ser activo o pasivo pero nunca peca de exceso o de carencia. A lo que quería hacer alusión es al hecho de que Newton observando la caída de una manzana del árbol, llegó al descubrimiento de la famosa ley de gravitación universal. ¿Cuántos hombres de ciencia antes que él habían visto desprenderse un fruto del árbol y no había significado nada para ellos? Era un fenómeno cotidiano al margen de la física. Newton lo observó. Lo analizó y lo convirtió en algo más que coger una manzana del suelo. Fue un hecho que marcó la historia.
Pensando se llega a muchas conclusiones; se mantiene totalmente vivo y en actividad el cerebro que es el motor racional de nuestro cuerpo. Por ejemplo: una consideración extravagante pero curiosa: Cuando esté leyendo el periódico, ciérrelo y póngalo encima de una mesa. Observe su portada. Aparentemente todo está quieto, los tonos, las letras, los dibujos., las fotografías. Pero si reflexionamos un poco llegamos a darnos cuenta de que esta inmovilidad es totalmente falsa. Casi nada es lo que parece ni nada parece lo que es.
La superactividad puede resultar recomendable mientras no raye en un estado de nervios o desasosiego pero si lo analizamos bien, veremos que una excesiva quietud o pasividad nos perjudica. La lucha es sinónimo de vida, porque el órgano que no trabaja, muere, se atrofia, el cerebro que no piensa se embota; las funciones de los órganos del cuerpo humano si no están regadas por la corriente sanguínea se paralizan.
El agua estancada que no corre pierde su pureza, la rueda de hierro que no está animada de movimiento con el simple contacto de la humedad atmosférica se oxida. Todo requiere actividad vida y movimiento, movimiento y vida; son sinónimos en este grandioso, monumental y complejo escenario de la naturaleza donde todo está previsto y calculado, aunque parezca mentira.
En la escala de los que habitan la Tierra, desde el más microscópico hasta el más evolucionado de los seres: el Hombre, todo tiene su porqué, su razón de ser.
El equilibrio con todos sus derivados adjuntos es el estado ideal al que se podría aspirar pero que no resulta fácil de conseguir.
El equilibrio puede ser activo o pasivo pero nunca peca de exceso o de carencia. A lo que quería hacer alusión es al hecho de que Newton observando la caída de una manzana del árbol, llegó al descubrimiento de la famosa ley de gravitación universal. ¿Cuántos hombres de ciencia antes que él habían visto desprenderse un fruto del árbol y no había significado nada para ellos? Era un fenómeno cotidiano al margen de la física. Newton lo observó. Lo analizó y lo convirtió en algo más que coger una manzana del suelo. Fue un hecho que marcó la historia.
Pensando se llega a muchas conclusiones; se mantiene totalmente vivo y en actividad el cerebro que es el motor racional de nuestro cuerpo. Por ejemplo: una consideración extravagante pero curiosa: Cuando esté leyendo el periódico, ciérrelo y póngalo encima de una mesa. Observe su portada. Aparentemente todo está quieto, los tonos, las letras, los dibujos., las fotografías. Pero si reflexionamos un poco llegamos a darnos cuenta de que esta inmovilidad es totalmente falsa. Casi nada es lo que parece ni nada parece lo que es.
Por eso, invirtiendo el orden de las cosas, le damos un nuevo ángulo de visión. Sin ir más lejos está teoría se demuestra con un sistema que se llama “de sombras o puntos” que consiste en tener delante una pantalla llena de puntos destinada precisamente a variar las distintos “puntos” de vista de quienes están tratando de ver una figura a través de esos puntos; las opiniones que suscita tal pantalla son de lo más diverso y variopinto. Podemos ver cada uno de nosotros, desde una estatua, pasando por un campo de flores, un rascacielos o incluso una serpiente. Con eso se pone de manifiesto la complejidad, variedad y diversidad de nuestro modo de interpretar las cosas, verlas, entenderlas desde todos los puntos de vista.
Por eso tiene tanta importancia estudiar a fondo el meollo de cada cosa para no caer en descuido o error. El mundo es una caja de sorpresas.
Por eso tiene tanta importancia estudiar a fondo el meollo de cada cosa para no caer en descuido o error. El mundo es una caja de sorpresas.
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